Aumentan las parejas sin problemas de fertilidad que acuden a técnicas reproductivas

El diario La Vanguardia revela en un artículo la tendencia de que cada vez más parejas acuden a profesionales de la ginecología para tener un embarazo planificado e inmediato. Unos porque no tienen paciencia en la espera a que todo ocurra de forma natural, otros porque viven separados por temas laborales lo que reduce los encuentros. Y por último están las parejas, cada día más numerosas en las demandas de tratamientos de reproducción asistida, que dejan pasar los años y cuando se despiertan todo resulta, por la edad, mucho más complicado.
“Llegan parejas de menos de treinta años que quieren el embarazo para ayer”, revela Ramon Aurell, jefe de la unidad de Reproducción Asistida del hospital Quirón Barcelona. Acuden a la consulta cuando sólo llevan unos meses intentando engendrar un hijo sin saber, añade Aurell, que “por definición nosotros consideramos que una persona de menos de treinta y cinco años podría tener problemas de fertilidad cuando el embarazo no llega tras mantener durante al menos dos años relaciones sexuales regulares sin medios anticonceptivos”. El ginecólogo suele asumir, en estos casos, el papel de consejero y recomienda a esa pareja un poco más de paciencia, lo que no siempre es entendido por esos pacientes.
Pere N. Barri, director del departamento de Salud de la Mujer de Dexeus, coincide con Aurell en que cada vez “hay más inquietud” en esas parejas con prisas para iniciar un tratamiento de reproducción asistida. Y revela que entre esos pacientes se cuentan mayoritariamente mujeres y hombres que rondan los cuarenta años. Otra tendencia de esta sociedad: esperar hasta el último momento para tener hijos. Agustín Ballesteros, presidente de la Sociedad Española de Fertilidad, achaca esa demora a concebir un hijo y las prisas que le entra después a la pareja cuando ambos deciden dar el paso “a la falsa sensación de que en esta sociedad moderna todo es posible”. Pero las técnicas de reproducción asistida siguen teniendo límites cuando se supera la edad idónea para esos tratamientos.
El perfil mayoritario de esas parejas está bien definido. “Se trata de jóvenes, ambos con un nivel socioeconómico elevado, que trabajan en empresas importantes, viajan mucho y no se encuentran muy a menudo”, indica. Ramon Aurell. “Son triunfadores –añade este ginecólogo de la Quirón– que han planificado su carrera, su trabajo, su boda, la compra de la casa y que cuando toca la hora del embarazo se angustian porque eso no lo pueden controlar y no llega cuando ellos querrían”. El primer paso cuando hay convivencia común es hacer entender a esas parejas “que en la lógica de la reproducción se necesita tiempo”, añade Aurell.
En progenitores jóvenes la tasa de embarazo deseado ronda el veinte por ciento. Y si el estudio se amplía a un año “se suelen embarazar un ochenta por ciento de las parejas, mientras que el resto va a necesitar más tiempo”, continúa este profesional. Las clínicas suelen ofrecer, sin embargo, a esas parejas con prisas la posibilidad de realizar un estudio completo de esterilidad. Si no se detectan problemas el consejo trasmitido a esos jóvenes suele coincidir entre esos profesionales: “paciencia y a seguir intentándolo”.
Esas parejas con prisas y convencidas de que en esta sociedad todo es posible, incluso tener un hijo a la carta, suelen sorprenderse cuando “les informamos que los seres humanos nos reproducimos muy mal”, revela Pere N. Barri. Y es que las probabilidades de embarazo con un tratamiento de inseminación bajan al doce por ciento, cuando de forma natural (si no hay problemas) es del veinte por ciento. En la fecundación in vitro esa posibilidad aumenta hasta el cuarenta por ciento. La premura de estas parejas que rondan la treintena y prefieren dejar en manos de la ciencia algo que tendría que llegar de forma natural nada tiene que ver con las historias de personas que sí tienen dificultades para engendrar una vida. La esterilidad afecta hoy en día a un 15% de las parejas españolas en edad (de 20 a 40 años) reproductiva.
- Fuente: La Vanguardia
- Foto: Hernán Piñera