¿La crianza con apego logra el bienestar del bebé?

La llamada ‘crianza con apego’ ofrece una receta para que el bebé tenga confianza en sí mismo, sea independiente, crezca sano y sepa querer y ser querido. También llamada ‘crianza natural’ o ‘respetuosa’, esta filosofía pivota sobre una serie de estrategias necesarias para reforzar el vínculo entre madre e hijo: lactancia, porteo y, como es fundamental que el bebé no llore, colecho. El resultado promete ser una criatura con un buen apego a su madre y, por ende, con una larga lista de capacidades. Un bebé sin apego, en cambio, se puede reconocer, según esta tendencia, porque es taciturno, mimado, quejica y, en definitiva, desgraciado. Sin embargo en psicología del desarrollo, el término ‘apego seguro’ se refiere a la confianza del bebé en la relación con su cuidador y es algo que se construye con el tiempo, como explica el psicólogo y profesor de la Universidad de Wisconsin Alan Sroufe en un reportaje de la bióloga Marta Palomo para la agencia SINC. “Muchas de las propuestas que ofrece este estilo de crianza son buenas, pero seguirlas no es garantía de un vínculo seguro y, si los padres no las cumplen, su criatura no tiene por qué tener ningún problema”, aclara.
“En realidad, el actual movimiento de la crianza con apego no es científico, sino religioso”, afirma la ginecóloga estadounidense Amy Tuteur. En su último libro, Push Back: Guilt in the Age of Natural Parenting, Tuteur bucea en sus inicios y rescata fragmentos de la primera obra publicada por el padre de esta corriente, William Sears, en el año 1977: “El tipo de crianza que creemos que es el diseño de Dios para las relaciones entre padre, madre e hijo, un estilo al que llamamos crianza con apego. (…). Tenemos una profunda convicción personal de que esta es la manera en la que Dios quiere que sus hijos sean criados”. A día de hoy no queda rastro de estas referencias religiosas ni en la web ni en los artículos de Sears. Tuteur mantiene que, como en sus inicios, esta filosofía no busca el bienestar de los niños sino que, en realidad, es una marca de identidad de los padres. “En los años 50, tu estatus social lo marcaba el club de campo al que pertenecías. Ahora lo demuestras explicando que crías con apego a tus hijos y a qué colegio los llevas”, puntualiza la ginecóloga.
A lo largo de los últimos treinta años, numerosos estudios han demostrado que, desde el mismo momento en que nace, el ser humano necesita de un ambiente receptivo y unas relaciones personales que lo apoyen para construir de manera correcta sus circuitos cerebrales y establecer las bases de una buena salud física y mental. Según recoge el Consejo Científico Nacional del Desarrollo del Niño de la Universidad de Harvard (Boston, EE UU), una crianza negligente puede causar más daños en el desarrollo emocional del niño que el abuso físico, y constituye “la manera más prevalente de maltrato infantil”. Las raíces de estas investigaciones residen en los trabajos sobre salud mental infantil que el psicoanalista británico John Bowlby realizó en varios orfanatos tras la II Guerra Mundial, y que le llevaron a formular la teoría del apego. Bowlby descubrió la importancia de ese vínculo al observar que los niños que sufrían una privación extrema de atención y cariño eran más propensos al fracaso escolar y social, a los problemas mentales y a enfermedades crónicas. Desde entonces los psicólogos investigan científicamente las consecuencias devastadoras de la ausencia de protección sobre la salud mental de los niños, pero ninguno de sus estudios avala las normas de la ‘crianza natural’. La depresión del cuidador y un aislamiento social o geográfico son los principales factores de riesgo para una atención negligente.
Aunque se supone que el término ‘apego’ del movimiento de Sears hace referencia a esta línea de investigación, los estudios publicados hasta la fecha no incluyen ni demuestran la eficiencia de ninguno de sus principales mandatos para lograr un vínculo seguro: lactancia, colecho y porteo. “Todos los bebés van a generar un vínculo con la persona que los críe, no es necesario hacer nada para promoverlo –aclara Alan Sroufe–. Sí debemos esforzarnos en que el niño confíe en esta relación y, además, sabemos cómo conseguirlo. Un apego seguro se consigue dando respuesta a las necesidades y señales del bebé de manera sensible, apropiada y efectiva. No con una serie de trucos, como dicta Sears”. Este experto lleva más de treinta años estudiando el desarrollo cognitivo y emocional de una cohorte de 200 niños. Sus resultados demuestran que el apego sucede de manera natural, que se establece con más de un cuidador, que es jerárquico y, sobre todo, que no es tan determinista como asegura la ‘crianza natural’. El gran hallazgo de este científico después de décadas de investigación es que aquellos bebés que establecen un vínculo seguro con sus cuidadores tienden a enfrentarse mejor a la adversidad y a recuperarse de las dificultades una vez que son adultos.
El término ‘apego seguro’ no tiene ninguna connotación física de proximidad, por lo que el porteo, una estrategia básica en la ‘crianza natural’, no influye de manera alguna en el futuro del niño. “Las madres de bebés con un apego inseguro o evasivo los tienen en brazos tanto tiempo como el resto de madres –explica el investigador estadounidense–. La clave no es cuánto, sino el hacerlo cuando el bebé requiera de esa cercanía física”.
Lo mismo sucede con dar el pecho, piedra angular de esta tendencia. “La lactancia materna es algo precioso, pero no resulta crítica para que el niño desarrolle un vínculo seguro –asegura Sroufe–. Lo importante es alimentar a un bebé cuando este lo requiere y no cuando tú quieres que coma”. Una revisión de todos los estudios empíricos publicados desde el año 1985 sobre lactancia materna y vínculo maternofilial concluye que no hay evidencia que sustente la suposición de que esta práctica tiene un efecto positivo sobre la relación entre la madre y el bebé. “Esta afirmación puede crear sentimientos de culpa innecesarios en madres incapaces de amamantar. Las recomendaciones sobre lactancia solo deberían basarse en sus efectos positivos y documentados sobre la salud de la madre y el hijo”, defienden los investigadores del trabajo.
Más allá del porteo y la lactancia William Sears es un ferviente defensor del colecho. En contra de las técnicas de entrenamiento del sueño, en las que se busca que el niño se duerma sin ayuda externa, este pediatra argumenta que un llanto excesivo es dañino para el desarrollo del bebé. “Expuestos a estas hormonas del estrés durante períodos de tiempo prolongados, los nervios no formarán conexiones entre ellos y se degenerarán”, reza su página web. Pero el estrés de unas noches de insomnio no puede clasificarse como crónico e incluirse en el mismo saco que el causado por la crianza negligente, abusos y maltratos de los que se hace eco Sears en las referencias bibliográficas que expone como aval científico de sus argumentos.
Preguntado sobre si el llanto de estos bebés pudiera ser debido al comportamiento de los padres, el autor del estudio al que se refiere Sears, Dieter Wolke. responde: “Puede ser, pero sería muy raro. Existe muy poca evidencia, al menos para el llanto del cólico, de que esté relacionado con un cuidado pobre de los padres”. Y sin embargo el único estudio hecho hasta la fecha sobre los posibles efectos, beneficiosos o nocivos, de estas estrategias demostraron, cinco años más tarde, que no había diferencia alguna entre los que habían sido sometidos a estas técnicas y los que no, en lo que refería a la salud física y emocional del niño y al apego con sus padres. “Mi conclusión es que el amor se puede demostrar de muchas maneras diferentes y cada uno debe criar a sus hijos como mejor le parezca, no como un libro dictamina que debe hacerse –afirma Tuteur–. El principal problema de la ‘crianza con apego’ es que para ellos solo hay un método correcto: el suyo”.
- Fuente: Agencia SINC
- Foto: David D