¿Qué pasa con el cerebro de una mujer cuando se convierte en madre?

Incluso antes de que una mujer dé a luz, el embarazo provoca cambios en la estructura del cerebro de la madre. Después de siglos de observación de los cambios de comportamiento en las nuevas madres, los científicos comienzan a descubrir lo que pasa en la corteza prefrontal, el mesencéfalo, los lóbulos parietales, y en otros lugares del cerebro de la madre tras el embarazo. La materia gris se vuelve más concentrada y la actividad del cerebro aumenta en las regiones que controlan la empatía, la ansiedad y la interacción social. En el nivel más básico, estos cambios, impulsados por una inundación de hormonas durante el embarazo y en el posparto, ayudan a que la mujer afronte esta nueva etapa de madre. En otras palabras, esos sentimientos maternales de amor abrumador, la feroz actitud protectora, y la preocupación constante, comienzan con estas reacciones en el cerebro. Mapeando el cerebro materno muchos científicos creen que estos cambios son la clave para entender por qué tantas madres primerizas experimentan ansiedad grave y depresión.
Se estima que una de cada seis mujeres sufre de depresión posparto, y muchas más desarrollan comportamientos obsesivos como lavarse las manos de forma compulsiva o comprobar si el bebé está respirando. «En las nuevas madres, hay cambios en muchas de las áreas del cerebro», asegura Pilyoung Kimasegura investigadora del cerebro materno. «El crecimiento de actividad en las regiones del cerebro implicadas en la regulación de las emociones y en las regiones relacionadas con la empatía, mejoran la motivación maternal pero está relacionada con estos comportamientos obsesivo-compulsivos», añade.
De particular interés para los investigadores es la amígdala cerebral, que ayuda a los procesos de la memoria y conduce a reacciones emocionales como el miedo, la ansiedad y la agresión. La actividad en la amígdala crece en las semanas y meses después de dar a luz. Este crecimiento se correlaciona con la forma con la que se comporta una nueva madre, que la hace hipersensible a las necesidades de su bebé mientras que ese cóctel de hormonas, que encuentran más receptores en una amígdala más grande, ayudan a crear un bucle de retroalimentación positiva para motivar los comportamientos propios de la maternidad. Con sólo mirar al bebé, los centros de recompensa del cerebro de una madre se encienden. Este circuito cerebral influye en la forma en la que una madre habla a su bebé, lo atento que es hacia él, incluso el afecto que siente. No es de extrañar, por tanto, que los daños en la amígdala cerebral se asocien a niveles más altos de depresión en las madres.
En un estudio de 2011 en el que se analizaba la respuesta de la amígdala en las madres, se observó que las mujeres se sentían mucho más positivas sobre las fotos que representan a sus propios bebés sonrientes en comparación con las fotos de otros bebés sonrientes que no conocían, y su actividad cerebral reflejó esas diferencias. Los datos reflejaron que esa respuesta de la amígdala durante la visualización de sus propios hijos disminuyó la ansiedad materna y se observaban menos síntomas de depresión. En otras palabras, los cambios cerebrales de una nueva madre le ayudan a mejorar su motivación para cuidar a su bebé, pero también ayuda a amortiguar su propio estado emocional. Gran parte de lo que sucede en la amígdala de una nueva madre tiene que ver con las hormonas que fluyen. La región tiene una alta concentración de receptores para las hormonas como la oxitocina, que aumenta durante el embarazo.
- Fuente: The Atlantic
- Foto: University College London